domingo, 17 de marzo de 2019

La leyenda de Lilavati




Bhaskara II nació en torno al año 1114 y fue el matemático hindú más prestigioso de su tiempo. Su fama se debe fundamentalmente a tres obras: Lilavati, Bijaganita, y Siddanta Siromani. La reputación alcanzada por sus obras fue tan grande que los manuscritos se estuvieron copiando durante siglos. En el año 1587 el poeta cortesano Fyzi tradujo el Lilavati al persa incluyendo una leyenda que ha pasado a la historia de las matemáticas.
Bhaskara II tuvo una hija a la que puso por nombre Lilavati. Al nacer, su padre consultó a los astrólogos sobre el destino de la niña y el horóscopo reveló que nunca se casaría. Intentando obtener otra respuesta más satisfactoria preguntó a otro astrólogo que le sugirió que llevase a su hija a vivir a un determinado lugar cercano al mar ya que solamente en este sitio tendría una única oportunidad de contraer matrimonio si no dejaba pasar la hora propicia. Siguiendo estas indicaciones la joven se estableció en este lugar y después de un tiempo pidió su mano un joven hermoso, amable y de buena posición social. Fijaron la fecha y la hora de la ceremonia invitando a sus familiares.
Los hindúes medían las horas del día ayudándose con una especie de reloj de agua al que denominaban cilindro del tiempo (conocida como clepsydra). El artificio consistía en un cilindro que se colocaba en el interior de un recipiente con agua. El cilindro tenía un pequeño orificio en la base por el que podía penetrar el agua. A medida que el agua iba entrando el cilindro iba pesando más y llegaba un momento en el que se hundía en el recipiente. Se estudiaba para que se hundiese a una hora determinada.
El día de la ceremonia el padre de Lilavati preparó muy bien el reloj para que se hundiese a la hora convenida para ir al templo. Sin embargo, el destino le jugó un faena a la hermosa joven. Una de las veces que fue a mirar el reloj se le cayó una perla de su vestido y la perla obstruyó el orificio del cilindro, por la que no entró más agua y se pasó la hora de la ceremonia.
Los invitados se marcharon y las familias se tuvieron que volver a reunir para fijar una nueva fecha para la boda pero semanas después el novio se marchó de la localidad huyendo de su compromiso matrimonial.
El matemático aceptó que no se puede luchar contra el destino y para consolar a su hija le dijo que escribiría un libro muy hermoso al que pondría su nombre y que los hombres de las generaciones futuras se acordarían de ella mucho más que si hubiese tenido hijos.
En efecto, esto es lo que ha sucedido ya que la leyenda ha traspasado las fronteras del espacio y el tiempo.

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